Río Funeral (José Mallorquí)
Nº 10 de la colección "Jibaro"
En esta novela nos reencontramos con nuestros amigos en Chicago. Eso sí, al principio Jíbaro prácticamente despide a la pobre Marina, aunque le deja una buena cantidad de dinero para que viva cómodamente el resto de sus días. Sin embargo, Marina no está dispuesta a dejar escapar al apuesto y rico joven, y lo sigue hasta su nuevo destino, que resulta ser el Río Funeral del título. No es un río, sino un pueblo y su comarca, dominados, qué novedad, por unos desaprensivos. Como Jíbaro no puede vivir sin emociones y peligros, la vida de ricachón ocioso le aburre, compra las problemáticas tierras en disputa y se dirige allí con la intención de enfrentarse a los ambiciosos opresores de la región. Por supuesto, lo acompaña su inseparable Doc MacLaw y, sin que él lo sepa, Marina, quien "casualmente" tiene un primo lejano en Río Funeral y le compra su salón de juego con el dinero que le dio Jíbaro. Aquí tenemos un Jíbaro menos salvaje, que hasta tiene reparos en matar a un enemigo desarmado. Esto podemos entenderlo como una especie de evolución del personaje, tanto en el anterior odio a las mujeres, como en su antigua falta de escrúpulos para matar enemigos. Al final, se nos presenta lo que será el hilo argumental de la próxima entrega, con una solicitud de ayuda de la esposa del padre de Jíbaro, doña Pilar de Inclán. Naturalmente, él no perderá tiempo en acudir en su ayuda y la de su medio hermano Víctor. Esta es una buena novela, un poco más breve de lo habitual, acompañada por el relato "Cuatro besos", de muy escaso interés.
En esta novela, para llevar a cabo sus planes, Jibaro se convierte en sheriff adoptando una falsa personalidad.
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